Perú21.- La Semana Educared, organizada por la Fundación Telefónica, reunió en Ayacucho a profesores de la zona y a expertos de todo el país, para hablar sobre los beneficios del uso de la tecnología en los salones de clase. Wilfredo Mejía es uno de los docentes que utiliza y aprecia estas herramientas.
"Yo terminé el colegio en 1981, tenía 15 años y Sendero golpeaba fuerte. La situación en Huanta era movida, uno no podía vivir tranquilo. La subversión se había apoderado tanto de nuestros pueblos que los jóvenes, ubicados entre dos fuegos, corríamos el riesgo de ser reclutados por Sendero Luminoso o de ser perseguidos por la Marina de Guerra. Yo quería estudiar en la universidad y, como la persecución y las hostilidades eran tan grandes, optamos, junto con mi familia, por irnos a Lima". El profesor huantino Wilfredo Mejía nos habla de los difíciles años de violencia política que le tocó padecer en su Huanta querida.
¿La educación fue una manera de escapar de estos dos bandos?
Esa era la idea. Yo viví en Lima, por Barrios Altos, del 82 al 84. Trabajé de obrero en una imprenta, pero no pude estudiar. Regresé a Huanta de visita y allí me enteré de que se había reabierto el Instituto Pedagógico. Me presenté e ingresé.
Usted no quería ser maestro…
Quería ser militar, estar en el otro bando (risas). En buena hora no lo fui. El primer año de carrera estaba un poco frustrado pues mis metas profesionales no se habían cumplido –con la carga extra, además, de que todos mis hermanos eran profesionales–, pero a partir del segundo año empecé a interesarme mucho en el magisterio, tanto que terminé como el segundo de mi promoción. Acabé mi carrera en el 89 y, un año después, conseguí una plaza en la escuela Clara Castillo, del mismo Huanta, donde enseño desde entonces.
Huanta vivía un clima de violencia. ¿Cómo se sentía eso en la escuela?
Nos habíamos acostumbrado tanto a la violencia que, para nosotros, era normal. Ya no nos sorprendían los apagones, las voladuras de torres, los dinamitazos, los asesinatos de autoridades... Sin embargo, esto no significaba que, por miedo, no enfrentásemos la situación con nuestros alumnos, sabiendo, además, que muchos venían de zonas rurales, donde la violencia había sido mayor.
¿Tuvo muchos alumnos golpeados por la violencia?
Sí, muchos vivían con sus abuelos pues sus padres habían sido reclutados o desaparecidos. En ellos nos concentrábamos pues habíamos de realizar un trabajo más delicado, intenso y responsable, casi de filigrana, tomando también en cuenta el hecho de que sus familiares no sabían leer ni escribir. Muchos tenían problemas de aprendizaje, de conducta. Eran niños muy tímidos, muy callados, niños bastante retraídos. Nuestra lucha consistió en insertarlos en la escuela y en la comunidad. Queríamos quitarles el miedo.
Sendero tenía mucho interés en el magisterio. ¿Cómo se libró?
interés Por suerte, trabajé en una zona urbana. Quienes corrían más riesgo eran los maestros de las zonas rurales, donde Sendero incursionaba de manera muy fácil. Igual, más allá de la costumbre, la sensación de miedo e inseguridad era constante.
¿Recuerda cuándo usó una computadora por primera vez?
En el 98, en la escuela, a partir de una iniciativa de los docentes. Hicimos varias actividades y juntamos US$1,500, una cifra altísima para nosotros. Usábamos la computadora para hacer nuestros exámenes. No había ni programa Huascarán ni de Tecnologías Educativas. En el 2005 nos donaron cinco más e implementamos el centro de cómputo. Hoy tenemos 18 máquinas con Internet.
¿Cuándo se compró su primera computadora?
En el 2004. Ahora tengo una laptop. La computadora ha revolucionado mi forma de actuar como maestro. Me ha aliviado el trabajo; ahora puedo preparar en ella mis clases, etcétera.
¿Cómo han cambiado los niños a partir del uso masivo de la computadora?
Antes veían con temor a la computadora, no querían usarla, tocarla, manipularla. Hoy son muy despiertos, muy hábiles, saben entrar a los programas, usan Internet, manejan juegos, tienen sus correos… Son más moscas y aprenden más rápido que nosotros.
¿Siente que, gracias a la tecnología y a Internet, es hoy un mejor maestro?
(Piensa). Sí. En primer lugar, ya no podemos quejarnos por la falta de material, pues es muy probable que esté en Internet y que descargarlo sea gratuito. El maestro que no usa Internet en esta época está perdido. Hoy, felizmente, la resistencia es menor.
"Yo terminé el colegio en 1981, tenía 15 años y Sendero golpeaba fuerte. La situación en Huanta era movida, uno no podía vivir tranquilo. La subversión se había apoderado tanto de nuestros pueblos que los jóvenes, ubicados entre dos fuegos, corríamos el riesgo de ser reclutados por Sendero Luminoso o de ser perseguidos por la Marina de Guerra. Yo quería estudiar en la universidad y, como la persecución y las hostilidades eran tan grandes, optamos, junto con mi familia, por irnos a Lima". El profesor huantino Wilfredo Mejía nos habla de los difíciles años de violencia política que le tocó padecer en su Huanta querida.
¿La educación fue una manera de escapar de estos dos bandos?
Esa era la idea. Yo viví en Lima, por Barrios Altos, del 82 al 84. Trabajé de obrero en una imprenta, pero no pude estudiar. Regresé a Huanta de visita y allí me enteré de que se había reabierto el Instituto Pedagógico. Me presenté e ingresé.
Usted no quería ser maestro…
Quería ser militar, estar en el otro bando (risas). En buena hora no lo fui. El primer año de carrera estaba un poco frustrado pues mis metas profesionales no se habían cumplido –con la carga extra, además, de que todos mis hermanos eran profesionales–, pero a partir del segundo año empecé a interesarme mucho en el magisterio, tanto que terminé como el segundo de mi promoción. Acabé mi carrera en el 89 y, un año después, conseguí una plaza en la escuela Clara Castillo, del mismo Huanta, donde enseño desde entonces.
Huanta vivía un clima de violencia. ¿Cómo se sentía eso en la escuela?
Nos habíamos acostumbrado tanto a la violencia que, para nosotros, era normal. Ya no nos sorprendían los apagones, las voladuras de torres, los dinamitazos, los asesinatos de autoridades... Sin embargo, esto no significaba que, por miedo, no enfrentásemos la situación con nuestros alumnos, sabiendo, además, que muchos venían de zonas rurales, donde la violencia había sido mayor.
¿Tuvo muchos alumnos golpeados por la violencia?
Sí, muchos vivían con sus abuelos pues sus padres habían sido reclutados o desaparecidos. En ellos nos concentrábamos pues habíamos de realizar un trabajo más delicado, intenso y responsable, casi de filigrana, tomando también en cuenta el hecho de que sus familiares no sabían leer ni escribir. Muchos tenían problemas de aprendizaje, de conducta. Eran niños muy tímidos, muy callados, niños bastante retraídos. Nuestra lucha consistió en insertarlos en la escuela y en la comunidad. Queríamos quitarles el miedo.
Sendero tenía mucho interés en el magisterio. ¿Cómo se libró?
interés Por suerte, trabajé en una zona urbana. Quienes corrían más riesgo eran los maestros de las zonas rurales, donde Sendero incursionaba de manera muy fácil. Igual, más allá de la costumbre, la sensación de miedo e inseguridad era constante.
¿Recuerda cuándo usó una computadora por primera vez?
En el 98, en la escuela, a partir de una iniciativa de los docentes. Hicimos varias actividades y juntamos US$1,500, una cifra altísima para nosotros. Usábamos la computadora para hacer nuestros exámenes. No había ni programa Huascarán ni de Tecnologías Educativas. En el 2005 nos donaron cinco más e implementamos el centro de cómputo. Hoy tenemos 18 máquinas con Internet.
¿Cuándo se compró su primera computadora?
En el 2004. Ahora tengo una laptop. La computadora ha revolucionado mi forma de actuar como maestro. Me ha aliviado el trabajo; ahora puedo preparar en ella mis clases, etcétera.
¿Cómo han cambiado los niños a partir del uso masivo de la computadora?
Antes veían con temor a la computadora, no querían usarla, tocarla, manipularla. Hoy son muy despiertos, muy hábiles, saben entrar a los programas, usan Internet, manejan juegos, tienen sus correos… Son más moscas y aprenden más rápido que nosotros.
¿Siente que, gracias a la tecnología y a Internet, es hoy un mejor maestro?
(Piensa). Sí. En primer lugar, ya no podemos quejarnos por la falta de material, pues es muy probable que esté en Internet y que descargarlo sea gratuito. El maestro que no usa Internet en esta época está perdido. Hoy, felizmente, la resistencia es menor.
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