Por: Ricardo González Vigil
La casa del árbol.- Como parte del Congreso de Literatura Infantil y Juvenil de América Latina, organizado por el Celelij en febrero en este año, en Santiago de Chile (por los días del terrible terremoto que asoló el país sureño) se presentaron dos obras monumentales: “Gran diccionario de autores latinoamericanos de literatura infantil y juvenil”, bajo la coordinación de Jaime García Padrino; e “Historia de la literatura infantil en América Latina” de Manuel Peña Muñoz. Aciertos mayúsculos de la española Fundación SM, ligada al sello editorial que ha dado mayor impulso a la literatura infantil y juvenil en lengua española, en los últimos treinta años: Ediciones SM. Al ser publicaciones de la fundación, no están concebidas para el circuito comercial, sino como aportes a donar a las bibliotecas públicas, universidades e instituciones para colaborar en una tarea urgente: iniciar a los niños y jóvenes en la experiencia literaria, en miras del objetivo mayor que es desarrollar la comprensión de lectura, la cual resulta capital para el desarrollo de la capacidad reflexiva, imaginativa y afectiva del ser humano.
La historia del especialista chileno Peña Muñoz amplía y actualiza su Libro “Había una vez en América. Literatura infantil en América Latina” (1997). Y el diccionario coordinado por García Padrino ostenta el enorme mérito de ser el primero en su género, sin padecer las gruesas deficiencias de las primeras tentativas; sus altas cualidades críticas y pedagógicas lo tornan un hito, marca un antes y un después. Pensemos en la casi inexistencia latinoamericana en el más importante diccionario universal dedicado a esos asuntos: “La literatura para niños y jóvenes. Guía de exploración de sus grandes temas” del eminente estudioso francés Marc Soriano (libro de mediados de los años 70, actualizado en 1994). Soriano solo da cabida a dos autores latinoamericanos: el brasileño Monteiro Lobato y el peruano César Vallejo. En su traducción al español, la especialista argentina Graciela Montes (atendiendo a un pedido del propio Soriano) añadió notas sobre el área latinoamericana, además de insertar artículos sobre el cubano José Martí y la argentina María Elena Walsh.
Redactado por investigadores diversos (por ejemplo, en Chile el mencionado Peña Muñoz), el diccionario consta de entradas que brindan reseñas biográficas, selección de los textos más importantes de cada autor (máximo cinco textos), valoración crítica y bibliográfica recomendable. En el caso peruano, el conocido poeta y promotor de la literatura infantil-juvenil, así como de la promoción de la lectura, Danilo Sánchez Lihón, ha cumplido cabalmente la tarea, destacando el legado de la tradición oral andina y amazónica, la heterogeneidad cultural peruana, las obras principales, etc. Probablemente las limitaciones de espacio (en un libro que ya posee 959 páginas) han conspirado para que Sánchez Lihón no considere recopiladores de narrativa oral como el P. Lira, Jordana Laguna y Robles Alarcón; y los personajes infantiles o adolescentes de Martín Adán (“La casa de cartón”), Diez Canseco, Reynoso, Vargas Llosa (acaba de publicar un cuento para niños, además), Bryce, Rivera Martínez y Laura Riesco (“Ximena de dos caminos”). (fuente elcomercio.pe)
La casa del árbol.- Como parte del Congreso de Literatura Infantil y Juvenil de América Latina, organizado por el Celelij en febrero en este año, en Santiago de Chile (por los días del terrible terremoto que asoló el país sureño) se presentaron dos obras monumentales: “Gran diccionario de autores latinoamericanos de literatura infantil y juvenil”, bajo la coordinación de Jaime García Padrino; e “Historia de la literatura infantil en América Latina” de Manuel Peña Muñoz. Aciertos mayúsculos de la española Fundación SM, ligada al sello editorial que ha dado mayor impulso a la literatura infantil y juvenil en lengua española, en los últimos treinta años: Ediciones SM. Al ser publicaciones de la fundación, no están concebidas para el circuito comercial, sino como aportes a donar a las bibliotecas públicas, universidades e instituciones para colaborar en una tarea urgente: iniciar a los niños y jóvenes en la experiencia literaria, en miras del objetivo mayor que es desarrollar la comprensión de lectura, la cual resulta capital para el desarrollo de la capacidad reflexiva, imaginativa y afectiva del ser humano.
La historia del especialista chileno Peña Muñoz amplía y actualiza su Libro “Había una vez en América. Literatura infantil en América Latina” (1997). Y el diccionario coordinado por García Padrino ostenta el enorme mérito de ser el primero en su género, sin padecer las gruesas deficiencias de las primeras tentativas; sus altas cualidades críticas y pedagógicas lo tornan un hito, marca un antes y un después. Pensemos en la casi inexistencia latinoamericana en el más importante diccionario universal dedicado a esos asuntos: “La literatura para niños y jóvenes. Guía de exploración de sus grandes temas” del eminente estudioso francés Marc Soriano (libro de mediados de los años 70, actualizado en 1994). Soriano solo da cabida a dos autores latinoamericanos: el brasileño Monteiro Lobato y el peruano César Vallejo. En su traducción al español, la especialista argentina Graciela Montes (atendiendo a un pedido del propio Soriano) añadió notas sobre el área latinoamericana, además de insertar artículos sobre el cubano José Martí y la argentina María Elena Walsh.
Redactado por investigadores diversos (por ejemplo, en Chile el mencionado Peña Muñoz), el diccionario consta de entradas que brindan reseñas biográficas, selección de los textos más importantes de cada autor (máximo cinco textos), valoración crítica y bibliográfica recomendable. En el caso peruano, el conocido poeta y promotor de la literatura infantil-juvenil, así como de la promoción de la lectura, Danilo Sánchez Lihón, ha cumplido cabalmente la tarea, destacando el legado de la tradición oral andina y amazónica, la heterogeneidad cultural peruana, las obras principales, etc. Probablemente las limitaciones de espacio (en un libro que ya posee 959 páginas) han conspirado para que Sánchez Lihón no considere recopiladores de narrativa oral como el P. Lira, Jordana Laguna y Robles Alarcón; y los personajes infantiles o adolescentes de Martín Adán (“La casa de cartón”), Diez Canseco, Reynoso, Vargas Llosa (acaba de publicar un cuento para niños, además), Bryce, Rivera Martínez y Laura Riesco (“Ximena de dos caminos”). (fuente elcomercio.pe)
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