El Arte de Enseñar.- La literatura, o para ser exactos la poesía cañetana, es poco conocida en otros ámbitos. Salvo por la prominente aparición, allá por los esbozos de los setenta, de Enrique Verástegui quien se hizo de un nombre cuando publicó ese poemario vital titulado: En los Extramuros del mundo, libro de contenido inédito en la literatura peruana y de marcada influencia del poeta americano Allen Ginsberg, y que para lectores atentos, no fue más, en ciertos pasajes, que una suerte de Aullido a la limeña que una obra original. No obstante, y como decía Borges, sobre la originalidad: “una ignorante superstición”, tampoco queremos hacer del ninguneo un apetitoso deporte, mucho menos un arte, y por todo ello, tildar de poco original a quien se nos antoje. Verástegui, es el poeta de estas tierras que posee los mejores pergaminos, su trayectoria literaria es reconocida y por ende aplaudida.
Un punto aparte, es la obra del recientemente desaparecido Orlando Germán Vega (1952-2011): autor del contundente poemario Ascensión a la noche, sin embargo poco difundido, casi un desconocido, diría. Sin temor a equivocarme, Orlando Germán tiene grandes pasajes poéticos, de los mejores, y con interesante aporte en el campo metafísico.
Pero qué hay de los poetas posteriores, de aquellos que escribieron luego de Enrique Verástegui y Orlando Germán Vega. Qué hay de la poesía hecha por los nacidos y criados en este territorio. A juzgar por sus trabajos, enriquece a la poesía misma. Escriben desde sus dilemas sociales, existenciales, íntimos, espirituales; desde sus laberintos, desde su urgencia humana, y vaya que ser humano es un mandato urgente, inaplazable.
Que orgullo; y la poesía es un campó abierto, para abrir los sentimientos.
ResponderEliminarMi Padre Orlando German, siempre compartía sus escritos conmigo.