Hugo Guerra, Ernesto Velit y José María Salcedo
cuentan sus anécdotas 30 años después de cubrir el conflicto bélico
Los reclutas fueron los más valientes durante el combate contra los británicos
DANIEL MEZA @daniel_mz
Redacción online
elcomercio.pe.- Buenos Aires, 1982. La labor informativa los llevó a una zona clave
de la historia sudamericana reciente. Desde la capital gaucha, el
dictador Leopoldo Galtieri tomaba decisiones para lo que fue acaso la
guerra más dura que libró un país sudamericano con una potencia mundial
en tiempos modernos, la Guerra de las Malvinas. Aquí sus historias:
LA ESPADA DE GALTIERI. Mientras estudiaba en Alemania en 1982, una llamada de El Comercio
le dijo a Hugo Guerra (de 24 años por entonces) que iba a Buenos Aires.
Estuvo alrededor de un mes y medio, lo que le permitió vivir en la
capital momentos clave del conflicto. Tras pasar un tiempo soportando
las restricciones a la prensa, Guerra y algunos periodistas fueron
dirigidos a Bahía Blanca, al sur de Buenos Aires, zona costera más
cercana al teatro de los hechos. Allí vieron la llegada de los aviones
cazabombarderos Mirage M5 – P peruanos. Vio cómo los emblemas peruanos fueron cambiados por los emblemas argentinos.
Su más grande logro a nivel periodístico en aquel país fue una
entrevista con el presidente Leopoldo Galtieri, a quien al inicio dejó
hablar todo lo que pudo. “Se emocionó el presidente y creyendo que estaba totalmente de acuerdo con él por ser peruano, me regaló su espada,
propia del ejército argentino”, dice Guerra. En una segunda parte, el
joven periodista cuestionó al militar. Puso en duda la política de aquel
gobierno hacia los derechos humanos y le dijo que según informaciones
no todo eran triunfos en el conflicto. Esto desconcertó al general y sus
acompañantes tuvieron que advertirle a Guerra que se “portase bien” o
si no lo echaban. Ya lo habían hecho con un periodista del “Chicago
Tribune”. La espada igual se quedó con Hugo. Pocos días antes
del fin del conflicto, pudo ver en el puerto de Buenos Aires la llegada
de las víctimas nada menos que del ARA Belgrano. Este episodio lo sintió
“muy dramático”. “Más de 360 muertos, cuánto recuerdo el rostro de la
gente, familias enteras de las víctimas de los mutilados, era
desesperante. Es un fantasma para mí”, expresa. “Los seres
humanos rara vez podemos ver la miseria y el horror de una guerra tan
directamente”, recuerda, quedándose en silencio.
LA GUERRA ES COMO EL FÚTBOL. A José María, de 36
años, lo envió el desaparecido Diario Marka. “En mayo de 1982, me fui en
un avión de Aeroperú”. De registrarse en Cancillería lo llevaron al
hotel Sheraton bonaerense, donde estaba la sede gubernamental para la
prensa. “Me sentaron con colegas de todo el mundo para ver en un
televisor anuncios oficiales, en el que soldados argentinos desde la
isla enumeraban una serie de triunfos”, recuerda. “A juzgar por cómo se
celebraban los anuncios, parecía ver un partido de fútbol en el que que
Argentina ganaba por goleada”. Convencido de que todo esto era un
montaje para favorecer a Galtieri, ‘Chema’ se escabulló de los guardias y
comprobó por sí mismo la situación a través de entrevistas. Conversó,
por ejemplo, con Raúl Alfonsín, principal crítico del gobierno militar y
futuro presidente de la República. Salcedo reitera cómo era el
ambiente en las calles mientras todo parecía ir bien para Argentina.
“Veías a grupos eufóricos gritando y cantando por las calles, salvando
las distancias, parecía un ambiente futbolístico. ‘El
que no salta es inglés’, era uno de los cánticos. La gente discutía que
si la táctica debía ser esta, que debíamos atacar así o de otra manera.
Un día –aproximadamente el 1 de junio- caminó cerca de un hombre con una
radio y escuchó que el gobierno argentino reconocía el desembarco en
Puerto San Carlos de miles de infantes y gurkhas para inclinar la
balanza a favor de Gran Bretaña. “Nos han engañado, nos han engañado”,
imitaba Chema al hombre de la radio, reflejando la gran depresión
anímica que se sintió en momentos posteriores en aquella gran ciudad.
“Todos se pusieron muy tristes”.
EL PERÚ COMO UNA POTENCIA MILITAR. 1982. Velit
llegó a Buenos Aires a sus 40 años, enviado por la revista Punto –en la
que dirigía la página internacional. Una vez superada la etapa del
Sheraton y la información oficial, el periodista y académico de 40 años
pudo ver información confidencial de videos en los que se veía a las
ventajas de los británicos sobre sus rivales. Conversó con los
Montoneros, guerrilleros peronistas que –si bien habían bajado la
intensidad de su lucha-, seguían siendo fuertes críticos de las acciones
tomadas por Galtieri. Destaca cómo la propaganda engañaba a los
ciudadanos. “Había una pizarra electrónica en las afueras del diario “La
Nación”, al centro de la ciudad, que anunciaba el desembarco de los
británicos en Puerto San Carlos. “Decían que la llegada de los
británicos era controlada pero no era verdad”. Una de las cosas que más
le sorprendió, en versiones que obtuvo de la propia gente fue que los
hombres que más resistieron a avasallamiento de la armada británica
fueron los reclutas que durante la dictadura militar de Videla fueron
cruelmente perseguidos y reprimidos, y no los oficiales que en
el pasado habían sido represores. “Se dieron cuenta que los duros, los
halcones y fuertes, no lo eran”. Velit recuerda cómo fue tratado en
Argentina: “El dueño de un restaurante me preguntó de dónde era, y al
saberlo me dijo: los peruanos no pagan”. La explicación era la enorme
gratitud que se sentía en aquel país por el Perú. Indica que el
aprovisionamiento armamentístico durante el gobierno de Velasco nos dio
una fuerza significativa a nivel bélico. “Frente a esta pizarra, los
argentinos veían que los ingleses habían desembarcado en las islas. Ellos
decían, confiados, que esperaban a los aviones peruanos que iba a
llegar a ayudarlos. Hablaban del Perú como si fuera una gran potencia
aérea que iba a hacer sentir su poder de fuego contra el enemigo”. La historia se encargó de evitarlo: la guerra acabó con la victoria de Gran Bretaña.
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