El rally más duro del mundo ya es historia y la mayoría dejó ayer Chile. Una edición que con polémicas y conclusiones exigirá algunos replanteos.
lacapital.com.ar.- Durante todo el día (al menos hasta que Ovación tomó su vuelo), pilotos, mecánicos e integrantes de todo rubro de los equipos, vistieron de Dakar el aeropuerto de Santiago. Con sus remeras distintivas o gorras, pero limpias en su mayoría, coparon la terminal a la espera de un avión que los depositara en destino, a todas partes del mundo. Desde allí el rally más duro del mundo se dispersará, excepto las máquinas que esperaban en el puerto de Valparaíso embarcar hacia París y allí hacer las derivaciones. Pero difícilmente el manto de frustración que quedó en la definición de la categoría principal desaparezca. Hasta también en la menor, de cuatriciclos. Eso opacó una edición que en lo deportivo ya venía bastante baqueteada y que seguramente hará replantear algunas cuestiones.
Plantear una edición más dura no estuvo mal, es el
espíritu del Dakar. El error quizás fue que la rudeza apareció demasiado
pronto. Sin respiro los pilotos fueron sometidos desde el vamos a las
más extremas condiciones y hasta pilotos avezados como Marcos Patronelli
o Chaleco López pagaron el costo. La muerte, que parece es aceptada
como posible, podía haberse evitado en esta edición con un poco menos de
rigurosidad en ese terrible quinto día de Chilecito a Tucumán. Eric
Palante pagó el costo pero otros estuvieron al borde, como los españoles
Marti Flix y Gilbert Escalé. Y varios más la pasaron muy mal, como Rosa
Romero, la misma esposa del ganador de autos Nani Roma.
El descanso en Salta tuvo un aura de desaliento
inevitable en el bivouac. Con menos de la mitad del trayecto hecho, ya
el parque de autos, motos y cuatriciclos eran menos de la mitad. Además,
Marc Coma y Nani Roma se habían escapado. Ya ni lucha parecía que iba a
haber, hasta que el gran Stephane Peterhansel apareció en escena,
encendió los motores y la emoción y empezó a hacer creer en un final
para el infarto con su compañero de equipo. Pero Mini, que ya había
opacado la competitividad del Dakar con su omnipresencia, aseguró la
victoria del catalán y el francés apenas hizo ver que tenía con qué
arrebatársela, para en el último día acatar al fin la orden impartida.
Un tristísimo final.
Ya Coma había ganado el Dakar en la 5ª etapa y el
chileno Ignacio Casale festejó en cuatri bajo el manto de la sospecha.
Rafal Sonik, su escolta, presentó pruebas irrefutables de que el ganador
recibió ayuda externa en una de las últimas etapas y sin embargo la ASO
las desestimó por, supuestamente, hacerlo fuera de tiempo. Otra gran
mancha.
Párrafo aparte para los que representaron a Rosario y
su zona. Pusieron todo, el esfuerzo valió y el orgullo de correr un
Dakar no se los quitará nadie, pero está claro que esta competencia
exige cada vez más preparación y una mayor logística. Fue David Tieppo,
el casildense, el que más tiempo tuvo y más le dedicó a la etapa previa
en cuanto a hacerlo arriba de una moto. Todo a pulmón, como cerrar
sponsors y la asistencia, que dividió su enfoque en varias motos. Quizás
eso tuvo algo que ver con el problema del manubrio flojo en la 2ª etapa
que le costó el abandonó y varios daños físicos.
Mientras, tanto el muy buen buggy del capitán Daniel
Marrocchi como la Tundra traída de Chile de José Luis Locascio pagaron
el costo de haberlo terminado sobre la hora uno, y de haberla armado al
filo la otra. Ni pudieron probar y los problemas mecánicos que los
dejaron afuera aparecieron demasiado rápido. Tampoco sin una gran
estructura detrás en cuanto a número, porque la calidad de los mecánicos
sí eran una garantía. Para un Dakar, son muchos los que hacen lo que se
puede, y en la mayoría de los casos no es suficiente aunque sea para
dar la vuelta.
El ex piloto rosarino Daniel Sancho, que formó parte
del equipo del Diario La Capital Dakar Team, hizo la síntesis perfecta:
"Vinimos a aprender", dijo en la noche previa a la última etapa de
Marrocchi. Si eso pasa, si se capitaliza la experiencia, pueden
intentarlo de nuevo. Al fin, cuando una edición termina como este fin de
semana, si se quiere volver, todo el mundo ya debe estar pensando en la
próxima.
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