José Alejandro Godoy
Desde El Tercer Piso.- En el día de los trabajadores, resulta necesario dedicar unas líneas a una entidad que para muchos sabe a mala palabra: sindicato.
Denostado por algunos empleadores que lo consideran un anacronismo,
manipulado por algunos dirigentes sindicales que ven en ellos un medio
de ingreso o un trampolín político, es necesario recordar para que
fueron creados y porque siguen siendo importantes.
Si hay algo que nos enseñan a quienes pasamos por una Facultad de
Derecho es que el Derecho Laboral se creó para regular una relación
desigual. Y por ello es que se generaron una serie de derechos y
beneficios a favor de los trabajadores. Uno de ellos fue el
reconocimiento de los gremios laborales, a fin de equilibrar en fuerza
de negociación a los empleadores. Este esquema básico de la relación
laboral no ha variado y de allí que la institución sea vital e
importante.
Lo que sí ha variado es el contexto. La historia de luchas por los
derechos laborales que siempre debe estar presente en la memoria
colectiva de todos los países ha dado paso a un periodo complejo, en el
que el empleador visto como el villano y el sindicato asumido como una
entidad que reclama sin sentido son estereotipos que impiden avanzar en
la consecución entre el equilibrio entre las condiciones para generar
más puestos de trabajo y un trato justo a los trabajadores.
En el Perú, lamentablemente - y por culpa de algunos de los actores
laborales - estos prejuicios siguen en pie. Y en ello el sindicato es el
que ha terminado pagando pato, pues ha sido estigmatizado como un grupo
de bulleros que queman llantas en la calle y que solo
quieren esquilmar al empleador. En tanto y en cuanto los actores
laborales y el Estado no cambien esta imagen, el sindicato seguirá
estando lejano del trabajador, quien no se verá incentivado a formarlo,
sea por las represalias del empleador, o porque no ve beneficio alguno
perteneciendo al mismo.
Y ello pasaría, por cierto, por definir de una vez por todas, una Ley
General del Trabajo que llegue al equilibrio antes indicado, lo que
implica cesiones por parte de empleadores y trabajadores. Y por
supuesto, del principal empleador del país: el Estado peruano.
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