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jueves, 3 de mayo de 2012

EN DEFENSA DEL SINDICATO

José Alejandro Godoy
Desde El Tercer Piso.- En el día de los trabajadores, resulta necesario dedicar unas líneas a una entidad que para muchos sabe a mala palabra: sindicato. Denostado por algunos empleadores que lo consideran un anacronismo, manipulado por algunos dirigentes sindicales que ven en ellos un medio de ingreso o un trampolín político, es necesario recordar para que fueron creados y porque siguen siendo importantes.

Si hay algo que nos enseñan a quienes pasamos por una Facultad de Derecho es que el Derecho Laboral se creó para regular una relación desigual. Y por ello es que se generaron una serie de derechos y beneficios a favor de los trabajadores. Uno de ellos fue el reconocimiento de los gremios laborales, a fin de equilibrar en fuerza de negociación a los empleadores. Este esquema básico de la relación laboral no ha variado y de allí que la institución sea vital e importante.

Lo que sí ha variado es el contexto. La historia de luchas por los derechos laborales que siempre debe estar presente en la memoria colectiva de todos los países ha dado paso a un periodo complejo, en el que el empleador visto como el villano y el sindicato asumido como una entidad que reclama sin sentido son estereotipos que impiden avanzar en la consecución entre el equilibrio entre las condiciones para generar más puestos de trabajo y un trato justo a los trabajadores.

En el Perú, lamentablemente - y por culpa de algunos de los actores laborales - estos prejuicios siguen en pie. Y en ello el sindicato es el que ha terminado pagando pato, pues ha sido estigmatizado como un grupo de bulleros que queman llantas en la calle y que solo quieren esquilmar al empleador.  En tanto y en cuanto los actores laborales y el Estado no cambien esta imagen, el sindicato seguirá estando lejano del trabajador, quien no se verá incentivado a formarlo, sea por las represalias del empleador, o porque no ve beneficio alguno perteneciendo al mismo.

Y ello pasaría, por cierto, por definir de una vez por todas, una Ley General del Trabajo que llegue al equilibrio antes indicado, lo que implica cesiones por parte de empleadores y trabajadores. Y por supuesto, del principal empleador del país: el Estado peruano.

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