Por: Luis Jaime Cisneros
La República.pe.-
Reflexionar sobre los nuevos sentidos del desempeño docente es uno de los logros del reciente Congreso Pedagógico celebrado en Trujillo. Implica, por lo pronto, asumir que hacemos frente a un cambio de naturaleza cultural. Ese cambio significa “construir nuevos sentidos comunes sobre la docencia y la educación en el conjunto de la sociedad peruana”. Si el maestro no asume ser el promotor principal de todos los cambios (grandes y pequeños), no será fácil asegurar el cambio. Pero si el maestro no está convencido de la necesidad del cambio, “de su posibilidad y de la importancia de su propio aporte”, no hay tampoco cómo pensar en el cambio.Lo importante del cambio pedagógico que se propicia no solamente tiene que ver con el nuevo comportamiento de los maestros. En verdad, los estudiantes salen ahora realmente beneficiados. La calidad de la enseñanza ha de mejorar. El estudiante desde ahora es un interlocutor importante, que tiene su responsabilidad en la tarea pedagógica. Lo que el cambio propicia es que el profesor sea capaz de “crear un ambiente favorable al aprendizaje de todos sus estudiantes, respetando sus diferencias de ritmo y estilo, de lengua y cultura, de aptitud, género y habilidad”. Es decir, ahora avanza en la busca del conocimiento, en esfuerzo conjunto, maestro y alumno. A lo largo del Congreso ha quedado muy claro que “sentirse bien, en un ambiente que ofrezca seguridad emocional y propicie el surgimiento de la confianza, es la primera piedra de todo acto educativo, y hacer esto posible es el primer desafío al desempeño de los maestros”.
La reunión de Trujillo ha servido para reconocer que “la enseñanza de hoy debe convertirse en una oportunidad para que docentes y estudiantes crezcan juntos en dirección a los aprendizajes fundamentales que la sociedad requiere de ellos”. Y si lo que se hace necesario es que docentes y estudiantes sean desde ahora distintos de lo que ha venido caracterizándolos hasta hoy, claro se está que la escuela que fue asiento de la actividad de ayer tiene que modificarse sustancialmente a la idea de acomodarse al tiempo y al espacio que adquirimos en la escuela, pues no tiene cómo defenderse frente a lo que docentes y estudiantes necesitan hoy para su mutuo desenvolvimiento.
Al reclamar, de ahora en adelante, tanta nueva tarea a los docentes, estamos ciertamente necesitados de que las instituciones formadoras vayan modificando sus planes y su idea del currículum y asuman la preparación de un nuevo tipo de docente. Una de las reformas alcanzará al libro de texto, que era para el docente manual indispensable que el alumno debía consultar. Ahora más importante, como vimos, es el alumno, con quien hay que realizar el camino que permite descubrir el conocimiento. Y habrá que modificar, en consecuencia, los criterios de evaluación. Hasta hoy, la evaluación del docente tenía en cuenta sus conocimientos teóricos: lo que llevaba leído se reflejaba en el dictado de la clase. Lo que ha de interesar desde ahora son los resultados de esa enseñanza, reflejados en los grados y modos de aprendizaje del alumno: eso dará una idea de cómo se desempeña el docente en el aula y permitirá apreciar la calidad de la docencia. Se ha discutido en Trujillo que “los mecanismos de acceso y ascenso en la Carrera Pública Magisterial deberían dar mayor puntaje a las buenas prácticas, como estímulo para su reconocimiento y expansión”.
Ha quedado claro que sin la voluntad expresa del maestro no habrá posibilidad alguna de cambio. Partimos de una tajante afirmación: “El principal ingrediente del cambio es el compromiso personal de cada maestro con su desarrollo profesional, convencidos de la importancia del estudio y la superación personal”. Hasta ayer, haber estudiado para maestro y desempeñar un puesto había sido la aspiración mayor. Ahora hay conciencia de que ser maestro es una profesión, una carrera que uno inicia y tiene que continuar enriqueciéndola y modificándola, a medida que lo exigen los cambios originados por el progreso. El éxito en la carrera no está en durar sino en recrearla, perfeccionarla. La investigación es el arma, y el estudiante es el estímulo. Ciertamente, si el maestro no está convencido de que así son las cosas, estamos perdiendo el tiempo.
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